Los gitanos del swing

¿Quiénes eran estos gitanos del swing?

En torno a 1943, en plena posguerra española y contra lo que pudiera pensarse, tanto Madrid como Barcelona gozaban de una excelente actividad musical en la que convivían distintos géneros y gustos. Aparte de la copla, el flamenco y otros ritmos autóctonos y foráneos, el swing o jazz hot, como también se denominaba entonces, estaban en pleno auge. No es que el número de bandas y orquestas pudiera compararse con el de Nueva York o Chicago, pero no era nada desdeñable, teniendo en cuenta que la guerra había terminado cuatro años antes y que España estaba sumida en una férrea dictadura que duraría 40 años.

Tanto en Madrid como en Barcelona tocaban con regularidad orquestas y bandas de jazz, de algunas de las cuales tenemos incluso testimonio discográfico: Bonet de San Pedro y los Siete de Palma, Antonio Machín y la Orquesta Miuras de Sobré, José Valero y su Orquesta, Elsie Bayron y la Orquesta de Luis Rovira, Quinteto Saratoga, Emil Hot Five, la Orquesta Plantación, José Ribalta y sus Muchachos, Orquesta Gran Casino, Los Clippers, Raúl Abril y sus Melodians…

Entre todas las salas de baile de Barcelona destacó una, el Salón Amaya (Paral.lel 106-108), que desde 1943 fue el centro neurálgico del swing y el jitterbug o lindy hop en la ciudad. En palabras de Pujol Baulenas:

En el salón Amaya era donde se congregaban los ‘pollos del swing’: pelo abundante y untoso, chaqueta de hilo, camisa de cuello largo, corbata a rayas, pantalón por encima del tobillo, zapatos de suela de corcho… Y del brazo su ‘chica swing’: falda acampanada justo por debajo de la rodilla y zapatos modelo topolino, con suela en plataforma de una sola pieza, de entre uno y dos centímetros de grosor en la puntera y 8 ó 9 en el extremo del talón.

En el interior, la sala hervía como una caldera al ritmo de ‘Vuelve el bugui bugui’, composición de Antonio Vilás, el pianista y trompetista del renovado Conjunto Virginia…, mientras en los rincones dormitaban no pocas madres que acompañaban a sus hijas al baile intentando evitar que fueran presa del fogoso ímpetu de algún que otro pollo del swing.

Las noches del Amaya llegaron a ser la atracción más trepidante de Barcelona. Toda la ciudad estaba sometida al imperio del swing. Si los populares salones de baile Apolo, Metropolitano y Rialto eran sus iglesias, el Amaya tenía honores de Basílica, tanto por las dimensiones de la sala como el fervor que distinguía a su clientela. Al final, el swing, en su faceta más rítmica y a pesar de las voces adversas, había impuesto su contagiosa vitalidad, aquí y en toda Europa, al igual que en 1926 se impuso el Charlestón con todas las resonancias de Harlem y con las mismas críticas de quienes protestaron por lo alocado de su ritmo.

Amaya

En el Amaya se celebraron los primeros concursos de baile swing por parejas. Muchos de los mejores bailarines que allí se congregaban eran gitanos que vivían o frecuentaban el área del Paralelo. Su lugar habitual de reunión era el bar La Cubana, justo al lado del Amaya. Los más populares eran el Sardineta, el Melenas, el Patillas, el Tau, el Coqui, Batista y el Polla; gitanos vestidos según los cánones del swing: tupé retador, interminable cuello de camisa, chaqueta larga y pantalón que apenas llegaba a los tobillos.

Pero también formaban parte del grupo algunos payos: Fredy, el Parra, el Sastre, Quique Beltrán y el Lleó. También entre sus parejas hubo chicas que se hicieron muy populares, como Blanca, la Bacilo y la Queca. En general, a todos se les conocía con el apelativo de “los gitanos del swing” y eran los héroes de la casa. De las numerosas parejas existentes, las mejores eran las formadas por Quique y Blanca y por Queca y Tau.

Entre todos impusieron su forma acrobática y excéntrica de bailar, que se conoció con el nombre de «estilo Amaya”, una manera distinta, mucho más atrevida y con una intensidad rítmica que superaba con mucho a cómo se bailaba el swing en otros locales de la ciudad.

Y, según los testigos de la época, entre swing y swing, la orquesta tocaba dulzonas melodías que permitían “secar las sudorosas frentes, cobrar alientos, despojarse, a veces, de cuello y corbata, para al cabo de dos minutos volver a sumirse, con nuevos ánimos, en el infierno hot”.

El empresario del Amaya, al darse cuenta del filón que podían representar estos “gitanos del swing”, llegó a un acuerdo con ellos, en el que les ofrecía por bailar en el local 35 pesetas diarias por pareja los días laborables y 250 los jueves y festivos, así como la entrada y las consumiciones gratis.

Los Gitanos del Swing llegaron a anunciarse en Madrid en enero de 1948, en la sala de fiestas Madrigal, junto a la Orquesta Moltó y, con el tiempo, parece que fueron el germen del grupo de bailarines conocido en 1956 como “Los Locos del Rock and Roll”.

Por otro lado, quiero pensar que esta afición de los gitanos por el swing no se circunscribió a Barcelona. No tengo mayor noticia que apoye esta afirmación que el tema «Swing calé», cantado por Mary Merche, que dice:

Antes los ingleses iban a Graná’ pa’ ver una zambra o una soleá
Ahora los turistas van al Albaicín pa’ ver a los gitanos cómo bailan swing

(ver esta otra entrada de este mismo blog)

Espero que a partir de ahora, cuando oigamos la expresión “gypsy swing”, no pensemos solo en el maravilloso estilo creado por Django Reinhardt, sino también en estos héroes casi anónimos que, emulando a otros bailarines como Frankie Manning y Norma Miller, de los que seguramente nunca oyeron hablar, pusieron su granito de arena en lo que fue el desarrollo del swing y del rock en España.

Para poner banda sonora a todo esto, te dejo un enlace con esta lista de reproducción en la que se recogen estos y otros muchos temas de swing hecho en España o cantado en español:

Si quieres saber más:

Miquel Badenas i Rico: El Paral-lel. Nacimiento, esplendor y declive de la popular y bullanguera avenida barcelonesa, Amarantos, 1993.

Jordi Pujol Baulenas: Jazz en Barcelona 1920-1965, Almendra Music, 2005.

Ignacio Faulín Hidalgo: ¡¡Bienvenido Mr. USA!!, Milenio, 2015.

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