Como veíamos al hablar del jazz en España en los años 20, la primera alusión al jazz en nuestro país se encuentra en un breve artículo en la revista Mundo Gráfico de 2 de enero de 1918, donde, bajo el título “Notas gráficas de los Estados Unidos”, figura una fotografía que muestra a un excéntrico clarinetista frente a cuatro señoritas divertidas por la escena. En el pie de foto se lee: Muchachas norteamericanas oyendo la música de la nueva danza “jazz”, que ha venido a reemplazar al “fox-trot” y al “five-step”, ejecutada por su autor.
En ese 1918, por tanto, el jazz, se consideraba una nueva “danza”, importada de Estados Unidos, de donde ya se habían importado anteriormente otros bailes y músicas como el fox-trot. Así pues, para entender mejor la recepción del jazz en nuestro país a principios de los años 20, es imprescindible echar un vistazo a lo que ocurría en las décadas anteriores, pues no fue el jazz la primera manifestación de música y baile de origen afroamericano que llegó a nuestro país.
Como indica Manuel Recio, ya en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, en teatros y circos de las ciudades españolas, era habitual asistir a números de danzas excéntricas y acrobáticas que tenían a “hombres de raza negra”, o actores con la cara pintada, como protagonistas principales. Es más, el famoso trío de payasos de la época, Pompoff, Thedy y Emig, representaba en este último el personaje del payaso ennegrecido basándose en un negrito cubano.
Sabemos que antes incluso, en el verano de 1871, se presentó en el parque madrileño de los Campos Elíseos (en la zona de las actuales calle Alcalá, Goya y Velázquez) una «bacanal de negros» titulada Un día de huelga en un ingenio de los Estados Unidos donde se utilizaban instrumentos como el banjo, característico del primer jazz, y se servían del baile con zapateado a modo de percusión, elementos típicamente afroamericanos y que precederían a lo que unos años más tarde se conocería como «baile del pastel».
El baile del pastel
El cakewalk o “baile del pastel” es un baile estrafalario nacido en las plantaciones de algodón del sur de Estados Unidos, donde los negros imitaban los bailes decimonónicos y elegantes de sus patronos blancos y que tenía como premio un pastel o cake. Los imitados se apropiaron del baile y lo pusieron de moda en torno a 1880. Llegó a Europa y a España algunos años después.
La primera referencia a este baile en nuestro país se puede encontrar en un artículo publicado en el diario El Globo el 24 de diciembre de 1902, en el que se describe del siguiente modo:
La pareja de cakewalk salta, voltea, pónese de frente a frente, de espalda a espalda, contemplándose, acercándose, separándose, según un ritmo extraño, quebrado é inharmónico, que arrebata, sacude y hace bailar aunque no se quiera.
En 1903 se publica la partitura de “The Negroes, Original Cakewalk”, de James Sidney, pseudónimo del compositor Vicente Costa y Nogueras, el más antiguo ejemplo de este género fechado en España. Le seguiría el “Cakewalk de salón”, de Joaquín Taboada, publicado ese mismo año y, en 1906, el cakewalk “Shocking”, de Clifton Worsley, pseudónimo del catalán Pedro Astort, prolífico compositor del primer cuarto de siglo.

Esta danza de origen afroamericano rivalizó en popularidad con géneros como el tango o la rumba, y proliferaron las parejas de baile profesionales que lo exhibían en los escenarios, como los bailarines Mister Johnson & Miss Bertha, que actuaron en el Circo Alegría de Barcelona en 1905.
Ese mismo año se estrenó en el Teatro Cómico de Madrid la zarzuela La gatita blanca, con música de Amadeo Vives y Jerónimo Giménez, que incluía dos números de cakewalk “capaces de poner encarnado a un bilioso” (ABC, 24-12-1905). No fue la única. En los años siguientes se estrenaron otras zarzuelas y revistas que llevaban el cakewalk entre sus números e incluso en el título.
El cakewalk se hizo tan popular que prestó su nombre a un perfume, a un papel de cigarrillos de liar, y se cuenta que hasta el torero Gallito entró un día a poner las banderillas bailando un cakewalk. En abril de 1903 el ABC publica la siguiente conversación de corte humorístico:
– Doctor, ¿Conoce usted el cakewalk, el nuevo baile?
– Sí, hija mía, hace mucho tiempo que los médicos lo conocemos con el nombre de baile de San Vito.
Vals-boston, two-step, one-step
La moda del cakewalk convivió con otras músicas y bailes importados de Estados Unidos, como el vals-boston, una modalidad de vals compuesto principalmente para piano, que contaba con una introducción muy lenta con elementos de ragtime y de blues, combinados con las armonías y ritmos del vals tradicional europeo.

El principal autor de este género en España fue el mencionado Pedro Astort, alias Clifton Worsley, que llegó a ser conocido como el “creador del vals-boston”, pues compuso más de cien partituras encuadrables en este género musical.
Aparte de sus variantes, el doble boston y el triple boston, este baile evolucionó mediante la introducción de nuevos pasos “andados” a fin de resultar más asequible para el gran público. Surge así el boston two-step. Nació de una asociación de maestros de baile estadounidenses a finales de la década de 1880, llegando a hacerse muy popular a finales del siglo XIX y principios del XX. Se describe como un baile de salón rápido que se caracterizaba por su ritmo saltarín de marcha, en 6/8 o en 2/4, y por destacar una melodía ligera y estimulante. Su figura básica en la pista de baile mostraba a la pareja enfrentada, aunque a veces el hombre podía colocarse detrás y ligeramente a la izquierda de su compañera, mientras esta levantaba las manos por encima de sus hombros para tomar las manos de él.
En España se puso de moda en torno a 1910 y pueden citarse ejemplos de composiciones de este género, como las publicadas por el mencionado Clifton Worsley: “Good-bye”, de 1907, “Je m’appelle”, de 1911, y “Pas possible”, de 1917.
El two-step sigue practicándose hoy en día, sobre todo, en la escena country, y pueden encontrarse incluso tutoriales de este baile en You Tube.
El one-step fue un baile de salón originario de la costa este de Estados Unidos y que también integraba elementos jazzísticos y de ragtime. Se puso muy de moda a partir de 1910 y llegó a Europa con la Primera Guerra Mundial en 1914, perdurando hasta la década de los 30.
El one-step se escribe en compás de 2/4 y se ejecuta de forma similar al pasodoble, mediante un simple paso por cada tiempo, como caminado, siguiendo un patrón de ocho tiempos, pivotando en el primero y evolucionando de puntillas, incluyendo giros y vueltas (se encuentran también ejemplos en You Tube). Como baile fue un antecesor del fox-trot y del quick-step.
También en este caso contamos con numerosos ejemplos de partituras de autores españoles, principalmente de Clifton Worsley, que estaba siempre a la última en cuando a modas musicales se refiere. Aquí podemos escuchar una interpretación de su one-step «Doctor Rag» (1916) al piano:
Los bailes animales
Siguiendo a Faulín Hidalgo, a principios de la década de los 10, los “bailes animales” que hacían furor en Estados Unidos, pero también en Londres o París, ya se podían ver en algunos espectáculos de Barcelona.
Se trata de danzas de nueva creación, acompañadas de su propia melodía característica, la mayor parte a ritmo de ragtime, y en muchos casos con letras que daban instrucciones precisas para su ejecución.
Se cuentan más de 100 danzas diferentes, creadas entre 1912 y 1924. Las más populares fueron el turkey trot (trote del pavo), el camel walk (paso del camello), el grizzly bear (danza del oso), el monkey glide (deslizamiento del mono), el bunny hug (abrazo del conejo), el chicken scratch (rascarse como un pollo), el fish walk (la cola de pez) y el snake hip (la cadera de serpiente).
Como es lógico, el baile imita el paso o los movimientos característicos del animal en cuestión.
Algunos de estos bailes perduraron como pasos independientes dentro del lindy hop y el jazz vernacular (es el caso del camel walk, que todos conocemos).
Sobre este tema te recomiendo un ilustrativo vídeo de Estilo Swing:
Ragtime
El ragtime es la música que sirve de vehículo sonoro para algunos de los bailes anteriores. Este género musical de origen afroamericano, antecedente del jazz, se popularizó en Estados Unidos a partir de 1900. Su principal compositor fue Scott Joplin, quien saltó a la fama tras la publicación en 1899 del “Maple Leaf Rag”.
Llegó a España unos años después y podemos encontrarlo en composiciones de autores españoles. Aunque algunas piezas publicadas como cakewalk, one-step o two-step, pueden calificarse como ragtime, también se publicaron composiciones bajo esta etiqueta, como el citado “Doctor Rag” (1916), del prolífico Clifton Worsley, “At the cabaret” (1919) de Agustín Borguñó o un ragtime incluido en la opereta La reina de las Praderas (1922), de Jacinto Guerrero.
Pero el ragtime también es una modalidad de baile (ragtime dance) popular desde 1890 hasta 1910 aproximadamente, emparentado con el cakewalk y que se baile, como es lógico, con la música del ragtime.
Fox-trot y quick-step
No obstante, en la década de 1910, el baile que más éxito internacional tuvo fue el fox-trot. Su nombre parece aludir al trote del zorro y pudo tener su origen en alguna danza practicada por la población afroamericana, aunque también podría derivar del bailarín Harry Fox, principal divulgador del baile en Nueva York.
En cualquier caso, pese a su origen afroamericano, pronto se popularizó entre la población blanca de Estados Unidos, gracias sobre todo a los bailarines Vernon e Irene Castle, y de hecho, podría decirse que es el baile norteamericano por excelencia hasta nuestros días.

Aunque originariamente se bailase con un pequeño trote, pronto se convirtió en un baile elegante, de pasos suaves y deslizantes, probablemente por influencia del patinaje sobre hielo, muy de moda a principios de siglo.
Musicalmente, fox-trot y jazz serían sinónimos hasta la década de 1940, como puede verse en numerosas piezas de jazz, que se registraban en disco con la etiqueta “fox-trot”.
En España aparece desde 1914 en numerosas noticias y anuncios en la prensa (Faulín Hidalgo cita textualmente muchos de ellos), así como en algunas composiciones autóctonas, como “T’es Ravisant!” o “The Fox of Gold”, de Clifton Worsley, el fox-trot japonés “Ni-kita, Ni-pone”, de Francisco Cotarelo, o el “Fox-trot de Serafín” que se incluye en el sainete Serafín el Pinturero o contra el querer no hay razones (1916), con texto de Carlos Arniches y Juan G. Renovales y música de Foglietti y Roig, que comienza diciendo:
El baile del fox-trote
Es así como una danza
Que a nuestro chotis clásico
Le tiene gran semejanza…
El “Fox-trot de Serafín” se hizo tan conocido que se organizaron concursos de baile con su música y existen muchas referencias a la presencia de este ritmo tanto en el escenario como en el salón de baile y en otros ámbitos.
La adaptabilidad del fox-trot a músicas de distintas velocidades dio lugar a la distinción entre slow-fox (o simplemente fox-trot) y quick-step, que sería una variante rápida del anterior. Ambos es bailan actualmente, no solo como bailes sociales, sino también en competiciones de bailes de salón.
Café-concerts, music-halls, cupletistas, zarzuelas y revistas
Como ya hemos visto, una de las principales vías de introducción de las músicas y bailes de origen norteamericano son los espectáculos del momento, que tienen lugar en el café-concert o café cantante y luego en el music-hall, así como en los teatros de las grandes ciudades en los que arrasan las zarzuelas, operetas y revistas.
Las cupletistas, tonadilleras y canzonistas del momento fueron las primeras en incorporar los nuevos ritmos en sus espectáculos. Esperanza Posada, Julita Fons, Lola Membrives, Consuelo Vello (“La Fornarina”) y Adelita Lulú, ya bailaban el cakewalk a principios de siglo.
Algo posteriores, pueden citarse los nombres de Aurora Mañanós “La Goya”, Pepita Ramos “Goyita”, Raquel Meller o Consuelo Portela “La Chelito”, que alternaron sin complejos el cuplé con la rumba, el tango, la canción española o el fox-trot.

Sobre las zarzuelas y operetas que incluyen números musicales y bailes con clara influencia norteamericana, ya hemos citado La gatita blanca, de Amadeo Vives y Jerónimo Jiménez, a la que se pueden añadir El arte de ser bonita, de los mismos autores, La embajadora, de Jerónimo Jiménez, El tesoro, de Amadeo Vives y La niña mimada, con música de Manuel Penella. La mayor parte de estas obras son muestra de lo que se denomina “género ínfimo”, una sucesión de números musicales pegadizos sin demasiado argumento y con frecuente recurso a lo sicalíptico, a lo frívolo.
Salones de baile
El periodo 1914-1918 es un momento de prosperidad en España, que se mantiene neutral en la Gran Guerra y esto se nota en las fiestas que tenían lugar en casas aristocráticas, en hoteles y salones de baile de Madrid, Barcelona y también en algunas ciudades de veraneo como San Sebastián. Como ejemplo, el Hotel Palace, en Madrid, donde todos los viernes hay baile moderno, abierto a todo aquel que lo pueda pagar. Según se publica en el diario ABC:
Recogemos los boletos que dan acceso, tras una consumición inevitable, al salón de baile y llegamos al recinto donde los cíngaros urden alegre fox-trot. Madrid es millonario. Lo dicen los barrios modernos, las casas de alquileres formidables todas llenas, la profusión de automóviles, los teatros abarrotados siempre. Y lo clama este lujo de aquí, sedas, pieles, oros, piedras y semblantes llenos de alegría (ABC, 20-1-2017).
En Madrid, el fox-trot y los “bailes modernos” se bailaban principalmente en el citado Dancing Palace, en el más popular Dancing Bombilla (en el actual Parque de la Bombilla, posteriormente denominado Dancing Madrid), en el Salón Madrid (C/ Cedaceros, 7), en el Club Parisiana (Plaza de Moncloa), donde en 1919 actuó por primera vez en Madrid una orquesta de músicos negros, o en Maxim’s (C/ Alcalá, 17), primer bar americano de Madrid.
En Barcelona el epicentro de la movida se localizaba en locales como el Iris Park (Carrer València, 177), el Cabaret Excelsior (Rambla del Centro, 34), la Maison Dorée (Plaza de Catalunya, 22), el Hotel Colón (Plaza de Catalunya), el Edén Concert (Carrer Nou de la Rambla, 12), remodelado en 1916, el Gran Café Catalán (Rambla de Santa Mónica, 6), el Royal Concert (Paral-lel, 106), La Buena Sombra (carrer Gínjol, 3), así como el Principal Palace, en las Ramblas, el music-hall más lujoso de Barcelona.

En estas salas y clubes se pusieron de moda, entre otros eventos, los denominados tea dancings o thés dansants, una especie de fiesta musical que tenía lugar a media tarde.
El fenómeno del baile afectaba a todas las clases sociales: “Se bailaba a todas horas en hoteles, restaurantes, salas y casas particulares. Muchas veces no se necesita orquesta, basta con una pianola y gramófono. Están de moda alcoholizaciones americanas, de ahí los bares y barras americanas con cartas de cócteles en algunos” (Luis Cabañas Guevara, citado por Faulín Hidalgo).
En torno a 1915, son habituales los anuncios de academias o particulares que enseñan los secretos de los nuevos bailes norteamericanos: two-step, one-step, fox-trot…
La fiebre del baile en esos años se describe muy bien por Manuel Aguirre de Cárcer en 1919:
Acaba de ser inaugurada en un hotel de la corte la particularidad consistente en que, entre plato y plato, los comensales se levantan y bailan. Es admirable ¿verdad? La cena comienza con un vals. Después, pasamos de la trucha al fox-trot y de este a la perdiz y al chotis (ABC, 23-2-1919).
De esos mismos años es la primera protesta pública contra estos ritmos extranjerizantes, el prestigioso musicólogo y compositor Felipe Pedrell escribe en La Vanguardia (8-11-1916):
Peregrinas inventivas de tan bajo vuelo que espantan cuando presencia uno la gran variedad de tanto two-step, one-step, fox-trot, ragtime y tanta abundancia de tangos argentinos que nos ha entrado de rondón en estas tierras de zortzikos, sardanas, jotas y otros modelos que huyen de las capitales para refugiarse en las soledades pueblerinas escondidas en los valles al pie de una montaña.
Las orquestas de tziganes
La orquesta que ameniza estas fiestas, capaz de tocar un tango, un vals o un fox-trot, es un tipo de formación extendida por toda Europa: la orquesta de tziganes. Se trata de un modelo orquestal de origen centroeuropeo y compuesto por dos pianos y una sección de cuerda (violines, violonchelo y contrabajo), a la que luego se le añadiría una batería, un banjo y algún instrumento de viento. En la práctica estas orquestas estaban formadas por músicos locales. Este fue el principal vehículo de entrada en Europa de las músicas norteamericanas y el jazz, antes de la llegada de verdaderas orquestas de jazz americanas.
Julio Camba daba fe de este fenómeno durante una estancia en Berlín: “Los directores del café hacen venir a sus directores de orquesta de Hungría, de Polonia, del Cáucaso. Cuanto más oscura tengan la tez y cuanto más lucientes los cabellos, más los pagan” e ironizaba sobre el discutible americanismo que pretendían encarnar los novedosos bares de las urbes europeas: “el bar americano es una invención parisiense que ha tenido gran éxito en Berlín. En el bar americano la orquesta es, generalmente, húngara” (citado por Lerena).
No hay muchos datos sobre los nombres de los músicos y orquestas que practicaban estos ritmos antecesores del jazz hasta la década de 1920 (de la que nos ocupamos en este otro post).
Se sabe que ya estaban activas a finales de la década (en torno a 1918-1919) la Orquestrina Verdura y la Orquestrina Nic-Fusly. Esta última actúa en la inauguración del Hotel Ritz de Barcelona en 1919. Uno de sus fundadores, Miquel Fusellas, ya dirigía con anterioridad la Orquesta Rag-Time Fusellas.
También hay noticia de la Orquesta de Tziganes Excelsior, formación vinculada al Cabaret Excelsior de Barcelona, así como de la Orquesta Tziganes Planas, dirigida por Jaime Planas. Todas estas formaciones tendrán un papel determinante en la recepción de la música de jazz en la década siguiente.
Por otro lado, García Martínez cita como pioneros al percusionista barcelonés Miguel Torné, de la Orquesta Los Mamellis, considerado como “el verdadero inventor del jazz”, de quien cuenta que “desplegaba su variopinto instrumental: esquilas, diabólicas flautas de válvulas o jazz-flutes”, serruchos, pitu-nas, xilófonos diatónicos… Los gracienses abarrotaban el Edén Concert para verle en el paroxismo liarse a baquetazos con las botellas depositadas a lo largo de la barra”.
Dice también que, “en su feudo graciense, Torné tenía un rival en la persona de Joan Pi, drummer de Los Diablos Verdes del Jazz-Band, para quien cencerros, cazuelas, tímpanos y paelleras componían una sinfonía que no superaban los más refinados instrumentos musicales convencionales. Pi los atizaba con furia dislocada para el deleite de la agradecida afición local”.
La música grabada
Un elemento fundamental en la difusión de las nuevas músicas fue la popularización de la música grabada y de los medios para reproducirla.
Aun cuando el fonógrafo y el gramófono habían sido inventados en el siglo anterior (el fonógrafo por Edison en 1877 y el gramófono por Emile Berniner en 1887), no es hasta principios del siglo XX que estos medios de reproducción de la música grabada empiezan a popularizarse. En 1900 ya se publican en Barcelona 104 discos de 7 pulgadas para ser reproducidos en el gramófono y en esos años se instalan en España filiales de las principales compañías de discos: Pathé, La Voz de su Amo, Zonophone y Odeón. En 1904 pueden leerse en la prensa anuncios como este:
Por 125 pesetas se puede adquirir un gramófono, máquina que canta, toca y habla, con nuevos discos de Caruso, La Galvany, El Mochuelo y La Rubia. Con este aparato pueden darse conciertos y bailes. Es la maravilla del siglo y no hay nada más culto ni dinero mejor empleado. Los pedidos deben dirigirse, acompañados de su importe, a Ureña en Barquillo, 14 (ABC 23-1-1904).
Hay que tener también muy en cuenta los rollos de pianola, rollos de papel perforado que se podían reproducir en pianolas, una especie de pianos verticales que contaban con este mecanismo. Son una fuente muy valiosa para acceder a la música de las primeras décadas del siglo XX. Aquí puedes ver un ejemplo:
El destino de estos aparatos, aparte de domicilios particulares, eran los café-concerts, restaurantes, hoteles, balnearios, casinos y burdeles.
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El panorama en la década siguiente, la de 1920, no será muy diferente en cuanto a bailes, actuaciones y grabaciones se refiere, pero en ella se produce como rasgo distintivo la definitiva recepción de la música de jazz en nuestro país. De ello nos ocupamos en otra entrada de este blog: El jazz en España: Los felices años 20.
Si quieres saber más:
– Antonio Ezquerro: “Barcelona y la música de moda. De lo finisecular decimonónico a comienzos del siglo XX (nuevos bailables y llegada del jazz). El caso de Clifton Worsley”, en Cuadernos de Investigación Musical, diciembre 2018 y enero-junio 2019.
– Ignacio Faulín Hidalgo: Bienvenido Mr. USA: la música norteamericana en España antes del rock and roll. Milenio, 2015.
– José María García Martínez: Del fox-trot al jazz flamenco: el jazz en España, 1919-1996. Alianza, 1996.
– Manuel Recio: “Inicios del Jazz en España” en el blog La música es mi amante (http://lamusicaesmiamante.blogspot.com.es)
[…] información sobre este autor y sobre los bailes de esta época puedes encontrarla en el bloog Me encanta el swing). Por eso se le conocía como «La bailarina siglo XX», la verdad es que de todas las bailarinas […]
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