¿Te suena esta imagen? ¿Sabes que su protagonista tiene su propia canción de swing?
Está icónica imagen se identifica actualmente con Rosie “the Riveter” (Rosie «la remachadora»), un personaje ficticio dirigido a fomentar el trabajo femenino a partir de la entrada de EEUU en la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, la primera mención del nombre tiene lugar como título de una canción compuesta en 1942 por Redd Evans y John Jacob Loeb y publicada por Paramount Music Corporation. La canción se hizo muy popular en la versión de The Four Vagabonds, grabada en 1943 (la letra, que se muestra en el vídeo, no tiene desperdicio):
No obstante, se hicieron más versiones, como esta del grupo The Smoothies, con los Cappy Barra Harmonica Boys, que ¡me encanta! (atención al tamaño de las armónicas):
Norman Rockwell
Pero el personaje no tuvo un rostro definido hasta que Norman Rockwell, por aquel entonces ilustrador del Saturday Evening Post, la plasmó en la portada del periódico del 29 de mayo de 1943. Esta imagen muestra a una trabajadora del metal a la hora del desayuno, descansando sentada, mientras se come un sándwich de jamón, con la remachadora descansando sobre las piernas. La imagen está cargada de simbolismo: la bandera de los EEUU como telón de fondo, un ejemplar del Mein Kampf bajo la bota de Rosie y el nombre de la protagonista escrito en la tartera.
La modelo que sirvió a Rockwell para su «Rosie» fue Mary Doyle Keefe, una operadora de teléfono de 19 años de Arlington, Vermont, aunque el pintor se inspiró claramente en el retrato del profeta Isaías que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina en 1509:
We Can Do It!
Pero si esta es la verdadera imagen de Rosie “the Riveter”, ¿quién es la mujer que aparece en el famoso cartel bajo el lema «We Can Do It!»?
En 1942, la compañía Westinghouse encargó a J. Howard Miller la creación de una serie de carteles para fomentar el “esfuerzo de guerra”. Uno de estos carteles es el que se conoce como «We Can Do It!», y en aquel momento no se asoció con el personaje de Rosie “the Riveter». De hecho, esta serie de carteles no tenían como finalidad reclutar mujeres como trabajadoras, sino motivar a trabajadores de ambos sexos para incrementar la producción de la fábrica. El cartel en cuestión no fue expuesto fuera de las dependencias de Westinghouse y cayó en el olvido poco después, hasta que en los años 80 fue asociado con el feminismo y rebautizado como el retrato de Rosie “the Riveter”.
Pero, ¿quién fue la verdadera Rosie “the Riveter”?
Existe cierta controversia sobre la mujer real que inspiró el personaje. Poco después de la publicación del famoso número del Saturday Evening Post, empezaron a salir a la luz las historias de “rosies” reales, como Rose Bonavita-Hickey, remachadora en una de las fábricas de General Motors encargada de la fabricación de bombarderos; Sybil Lewis, una remachadora afroamericana que trabajaba en la compañía Lockheed Aircraft en Los Ángeles; Rose Will Monroe, también remachadora en la Willow Run Bomber Plante, cerca de Detroit; Rosalind P. Walter, remachadora en Corsair Fighter Planes; Geraldine Hoff Doyle, trabajadora de un astillero de la Armada; o Naomi Parker Fraley, trabajadora de la Naval Air Station en California.
No se sabe realmente cuál de ellas fue la inspiración del personaje. Lo que sí que es claro es que el término “Rosie” sirvió para denominar a todas las trabajadoras en tiempo de guerra, especialmente a aquellas que asumieron trabajos tradicionalmente realizados por hombres.
Impacto
La campaña de Rosie fue solo parte de una campaña mucho mayor dirigida a fomentar la incorporación de la mujer al trabajo de las fábricas, en sustitución de los hombres que habían sido llamados a filas. Se publicaron 125 millones de carteles y publicidad inserta en revistas y periódicos, e incluso una película, Rosie the Riveter, dirigida en 1944 por Joseph Santley.
Estas campañas a favor del trabajo femenino tuvieron un enorme impacto. Antes de la entrada de EEUU en la guerra había en torno a 13 millones de trabajadoras. En 1944, su número alcanzaba los 20 millones, 6 millones en el sector industrial.
Para la industria fue tremendamente ventajoso. La guerra ya supuso por sí misma un aumento de los beneficios en importantes sectores económicos; además, en muchos casos, las mujeres consiguieron incluso subir los índices de productividad y, por si fuera poco, cobraban un sueldo inferior al de los hombres a los que sustituían, lo que supuso un incremento notable de los beneficios empresariales.
No obstante, las campañas de fomento del trabajo femenino durante la guerra supusieron un punto de inflexión en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres y tuvieron un efecto directo en los movimientos feministas posteriores. Aunque la mayor parte de esas mujeres volvieron al trabajo en el hogar después de la guerra, mucha gente tomó conciencia, por primera vez, de que las mujeres podían realizar el mismo trabajo que los hombres.
Me gusta , muy apropiado para esta fecha 8 de Febrero , «Dia Internacional de la Mujer»
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